A partir de 1917, año del triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, comenzaron a aflorar las primera discrepancias teóricas entre Lenin y Stalin. Al comienzo, se trataba de diferencias de muy escasa entidad que, además, se mantuvieron latentes; y así siguieron las cosas hasta que la enfermedad de Lenin imposibilitó a éste contrarrestar las tendencias al chovinismo gran-ruso que se manifestaron abiertamente en Stalin a partir del año 1922. Una vez conocido el “testamento” de Lenin y el diario de sus secretarias, diversos historiadores han estudiado el frontal enfrentamiento entre Lenin y Stalin, que, posteriormente, fue denominado “último combate de Lenin”. Del mismo, constituye una muy buena síntesis la obra del historiador Moshe Lewin, precisamente titulada “El último combate de Lenin”. A través de sus páginas, se puede seguir todo el dramatismo de la lucha que un Lenin gravemente enfermo y aislado por Stalin con el pretexto de contribuir a su restablecimiento, libró en un doble frente contra el burocratismo autoritario del futuro dictador y contra sus brutales actuaciones chovinistas gran-rusas hacia las naciones y nacionalidades menores integradas en el nuevo Estado soviético. Indignado por la actuación de Stalin, Ordjonikidze y Dzerjinski en Georgia –donde habían impuesto brutalmente sus posiciones centralistas frente a los bolcheviques georgianos–, Lenin intenta reaccionar contra sus actitudes imperialistas.