Los análisis y los diagnósticos de los psiquiatras contemporáneos, excluyendo de antemano cualquier intervención o factor sobrenatural, se basan en una amplia casuística que incluye, seguramente, síntomas de histeria (por otra parte ya conocida desde tiempos de Hipócrates, médico griego que vivió entre el año 460 y el 370 a. de C., y descrita en el texto De morbis muliebribus, atribuido a la escuela de Cnido, antagonista de la escuela hipocrática), epilepsia, esquizofrenia, paranoia y otros trastornos de «posesión diabólica». Pero hay también otros fenómenos psíquicos a los que los especialistas no saben dar explicación, como la xenoglosia (capacidad, en determinadas condiciones, de hablar en lenguas desconocidas, nunca estudiadas) o la telequinesia (capacidad para mover objetos a distancia, practicada por los médium).
Nadie sabe con certeza cómo el exorcista-inquisidor llega a sacar el diablo del cuerpo de los poseídos, si bien para los creyentes basta con un acto de fe: racionalmente no se explica cómo se puede curar a un enfermo de cierta envergadura, pero la práctica del exorcismo todavía se utiliza con éxito.