Una vez hablaron del mar Nino Sarratore y su hermana Marisa, con el tono de quien consideraba normal eso de ir a la playa de vez en cuando a comer rosquillas de pimienta o anís y mariscos. Gigliola Spagnuolo también había ido. Ella, Nino, Marisa eran afortunados por tener unos padres que llevaban a sus hijos a hacer excursiones muy lejos, no solo a dar un paseo a los jardincillos delante de la parroquia. Los nuestros no eran así, les faltaba tiempo, les faltaba dinero, les faltaban ganas.