Aunque siempre han existido libros e imágenes obscenas, la pornografía es un fenómeno reciente. En el siglo XVIII, por ejemplo, la palabra ni siquiera existía. Fue con el descubrimiento de Pompeya que su definición (y por ende su catalogación) empezó a convertirse en un problema. Desde entonces el vocablo ha significado tantas cosas que cualquier intento por definir lo que ahora designa corre el riesgo de degenerar muy pronto en el absurdo. Por eso —dice Walter Kendrick— en el museo secreto la palabra pornografía aparece casi siempre entre comillas, para significar que aquello de lo que se habla no es una cosa sino un concepto, una estructura de pensamiento que ha cambiado asombrosamente poco desde que apareció hace ya un siglo y medio… En palabras del autor: He dedicado buena parte de El museo secreto a hablar de pinturas, libros y fotografías que han instigado las disputas sobre la pornografía ; he prestado, sin embargo, menos atención a esas cosas en sí mismas que a lo que se pensó y se sintió acerca de ellas: la amenaza que comunicaron, las víctimas que se cobraron, los redentores que galvanizaron y que usualmente se impusieron a sí mismos una tarea redentora.