Éstos tenían «mucho que reprocharse». Al cabo de cierto tiempo ascendió a redactor, pero los artículos que le tocaba escribir eran de una espantosa monotonía y empezaban todos así: «Nos ha llegado de fuente segura que el señor X...», o: «¿Cómo es posible que el señor Y...?», o también: «¿Será cierto que el señor Z...» Venían luego revelaciones que a Murraille le daba vergüenza divulgar. Su jefe le recomendaba que acabase siempre con algún estribillo ético, del tipo: «Es menester que las personas malas reciban el castigo que les corresponde»; o con un toque de esperanza: «Deseamos fervientemente que el señor X... (o el señor Y...) vuelvan al buen camino