Cómo ser el amor que buscas

gestionar lo que pensaban de mí.

tus figuras parentales te criticaban mucho o te decían qué pensar, qué sentir y cuándo actuar, tu subconsciente puede interpretar todo lo que dice y hace la otra persona como una crítica hacia ti —es decir, como un indicio amenazante de que algo de ti le parece mal— y llevarte a estar siempre a la defensiva.
Si tus figuras parentales solían gritar, dar portazos o entrar en tu dormitorio como una tromba, tu subconsciente puede sobresaltarse por cualquier ruido fuerte o gesto abrupto —una puerta que se cierra de golpe, alguien que se acerca desde atrás sin que te des cuenta—, porque lo asocia con que alguien viene a levantarte el tono o regañarte.
Si creciste en un hogar de pocos recursos —si tu familia vivía con lo justo y tenía dificultades para llegar a fin de mes, si a causa de la inseguridad económica tus padres no tenían tiempo para ti o si te criticaban por desperdiciar comida u otros recursos—, tal vez vivas con miedo a la escasez. Tu subconsciente puede percibir lo que dicen o hacen los demás como indicio de que no tienen suficientes recursos para ti, como tiempo, energía, atención o afecto. Es posible que tengas una actitud de autoprotección en tus vínculos, que te asegures siempre de obtener lo que te corresponde o que te preocupe que “no alcance” y, por ejemplo, que consumas enseguida lo que hay a modo de prepararte para una posible escasez más adelante.

No somos nuestros pensamientos y sentimientos. Nuestro Yo auténtico se guía por la intuición, cuando aprendemos a confiar en lo que sale genuinamente del corazón. Lo

Siempre que pensamos algo sobre nosotros mismos —Soy indeseable, Soy demasiado sensible, No sirvo para nada—, ese es el ego intentando crear, definir y mantener nuestra identidad. Su función principal es proteger al niño interior herido y, para eso, repite relatos sobre cómo somos en un intento de entender, justificar y compensar las vivencias del pasado en las que no nos sentimos a salvo.
Estos son algunos relatos habituales del ego:

Exagero, soy intratable o demasiado sensible para que me quieran.
Soy demandante o incapaz.
No tengo virtudes, merezco la soledad.
Tengo mala suerte. Las cosas buenas nunca me pasan a mí.
Solo recibo afecto cuando hago algo por los demás.
No soy lo que parezco. Solo me van a querer si disimulo mis imperfecciones.
Siempre me abandonan o me traicionan.
Soy mejor que los demás. Mis necesidades y mis opiniones son las únicas que cuentan.
Soy débil. Me sentiría demasiado vulnerable expresando genuinamente mis sentimientos.
La gente siempre se aprovecha de mí.

Nunca podemos saber qué factores influyen en las preferencias de alguien que nos atrae o en la decisión de un jefe; sin embargo, nuestra mente teje estas historias y creencias, y atribuye significado a nuestras experiencias en un intento de ayudarnos a soportar el malestar de no saber. Cuando empezamos a atribuir una y otra vez el mismo significado a experiencias similares

importante entender que nuestros límites pueden cambiar en función de nuestro estado emocional, del lazo que tengamos con la persona con la que estamos interactuando, y de los recursos energéticos del cuerpo y el estrés o tensión que hayamos acumulado.

Los límites son una elección que hacemos para nosotros mismos, no un ultimátum para los demás.

Como límites emocionales, podemos decir que no a ciertas personas, actividades, situaciones o tareas cuando consideramos que no tenemos los recursos emocionales, de energía o de atención que requieren, aunque sean personas a las que les tenemos afecto que nos piden ayuda

de pájaros, etc.) o música compuesta específicamente para sosegar el sistema nervioso, como los batimentos binaurales o las frecuencias de solfeggio.
Elige música que represente tu ánimo o tu energía del momento. Si te sientes mal, si tienes tristeza o enojo, escucha música que permita a tu cerebro acceder a esas emociones; eso ayudará a que circulen por tu cuerpo. A medida que esos sentimientos desagradables se liberen y mengüen, puedes pasar gradualmente a melodías más placenteras o alegres para elevar tu nivel de dopamina y reducir el de cortisol.
Una mascota puede ayudar a calmar tu sistema nervioso. Si tienes una, acaríciala; si no, puedes ofrecerte a pasear el perro de alguien cercano o buscar un refugio de animales donde hacer tareas voluntarias.

a entregarse a tus emociones y sensaciones físicas con respiraciones profundas que busquen llevar el aire a las zonas de malestar.
Reconfórtalo con un contacto tranquilizador o rodeándote con tus propios brazos para liberar oxitocina, una hormona que nos hace sentir más conectados y ayuda a calmar la ansiedad.
Usa una manta con peso o balancéate suavemente para relajar tu energía corporal.
Sonríe para estimular la producción de serotonina y dopamina, hormonas del bienestar.
Dedícate a escuchar los sonidos de la naturaleza (gotas de lluvia, ráfagas de