y nos tiramos en el campo a mirarlas, y nos acariciamos y nos besamos hasta que empieza a darnos frío, este no poder quedarme quieto, y bueno, tenemos que hacer algo, juguemos, dice Donatien, juguemos a los soldados, soldados enemigos, y yo al principio que no, ¿Soldados?, ¿enemigos?, ¿en serio?, en serio su cara camuflada, su cara verde militar, está a punto de agarrarme y yo que le doy una patada en la espinilla no sé de cuál pierna y de un salto salgo corriendo y el tipo detrás mío, y con unos costales armo una trinchera desde donde escucho aullar, varios lugares, soldado multiplicado en lobo aullante, lobo a punto de, no me doy cuenta de cuándo es que me agarra por la espalda y con cuánto grito salto y de un salto sobre mí, derribado quedo, me lame, me clava los nudillos y luego con sus patas y sus garras me unta la cara de barro, el pelo de barro, la cabeza me la va enterrando en la tierra como si quisiera sembrarme, yo un chalote morado, y me toma el pelo hacia atrás y la cabeza hasta ese dolor que eriza, que da rabia y tantas ganas de hacer lo mismo con el cuero cabelludo del otro, tal vez, Donatien, no seamos más que cueros cabelludos halados hasta fundirnos con el abono de esta tierra hasta, ojalá poder decir hasta, crecer de ahí, hasta que la tierra nos trague y nos extienda