"¿Qué hay en nosotros que nos pone en marcha?", se pregunta Bloch, «estamos inquietos, somos cálidos y rudos. Lo vivo está inquieto». Esta inquietud es patente en Thomas Müntzer, teólogo de la revolución (1921), un libro que puede considerarse de juventud, pero en el que está presente ya no sólo la teoría blochiana, también ese ritmo de su escritura que, como los propios discursos del rebelde Müntzer, nos arrastran con violencia y lucidez. No se piense sin embargo que estamos ante un libro académico o una simple reconstrucción del pasado. Como dice su autor, “tampoco en este caso ha de dirigirse nuestra mirada en modo alguno al pasado; (…) los muertos regresan, y su hacer aspira a cobrar nueva vida con nosotros”. El libro sobre Müntzer es testimonio contra toda fórmula de autoridad que prescinda del ser humano.
Ellos tasan y chupan a los pobres la médula de los huesos, y encima hemos de pagarles nosotros intereses por ello. ¿Y qué hay de los envidadores y especuladores, de los jugadores y cambistas, más ahítos que perro que vomita? ¿Y los del mangoneo y el derecho de capitación? ¡Malditos sean su feudo infamante, su derecho de expolio! ¿Y qué decir de los tiranos y energúmenos, que para sí reservan impuestos, peajes y tasas y tan escandalosamente despilfarran lo que debiera ir a parar a la bolsa común para servir de provecho al país? Y, ay de aquél que ose rezongar, pues, cual si se tratara de un facineroso, se lo llevan a escape y lo empalan o decapitan o descuartizan; y hay menos compasión para con él que para con un perro rabioso. ¿Les ha dado Dios tal poder? ¿En qué borla de birrete está escrito?