El duende está horrorizado. Eso no debería suceder. Lo que tenía que pasar es que los hombres se convirtieran en bichos, en bestias de cuatro brazos, y que atacaran al hombre de la silla, que lo hirieran, pero no lo suficiente para matarlo; lo suficiente, más bien, para que el hombre de la silla pidiera otro deseo, uno más fatal que el anterior. Y así hasta el tercero, que lo destruiría por completo