Los fenómenos autistas nos hablan de personas que se han replegado a un mundo de no ser. El páramo autista como zona de la mente ha llamado la atención de autores psicoanalíticos por sus características de aislamiento y desconexión que detienen el desarrollo mental, transformando la mente viva en un no lugar donde los fenómenos animados se vuelven inanimados. Para aproximarnos a esa zona en un análisis, tenemos que pensar en una parte no autista de la personalidad.
En la evolución de su pensamiento F.Tustin pasó de considerar al funcionamiento autista como un estadio evolutivo a visualizar el encapsulamiento autista como un «cascarón protector». Este cambio significó también una perspectiva muy diferente. El nacimiento psíquico es una metáfora que alude al desarrollo del proceso de simbolización a partir del pensamiento embrionario. El analista tiene que «soñar» la sesión y «soñar» al paciente, lo que significa un sueño construido artificialmente. Con los niños que no juegan y con los adultos con enclaves autistas a los que es necesario llegar para poner en marcha un crecimiento mental detenido, antes de interpretar contenidos, es necesario construir un espacio lúdico como continente y personificaciones para poner en marcha la expresión de contenidos.
Propongo la idea de introducir como abordaje técnico la construcción de un espacio lúdico cuando falta y la personificación de las emociones a través del juego. Esta técnica permite poner una cierta distancia con las emociones y al mismo tiempo posibilita un diálogo con la propia personalidad.