En plena juventud David Torres descubrió que llevaba el mismo nombre de ese hermano mayor que murió. La sombra de la posibilidad de que su hermano fuera uno de los miles de niños “robados” planea sobre ese descubrimiento.
Este pensamiento permaneció durante décadas hasta que emergió del fondo de la memoria cuando intentaba escribir una novela imposible: La historia de los cientos de músicos ciegos exterminados en los terribles años de las purgas de Stalin
Ambas historias se bifurcan con la búsqueda de otras verdades -o mentiras— durante el largo periodo estalinista.