el Ministro de Cultos Aéreos, también temporariamente a cargo de los Ritos de la Llama desde la muerte tal vez voluntaria de la Priestesa. Se llamaba Senoeb’Diaül y no sabía nada de ciudades. De modo que reunió en su despacho a un arquitecto, a un ingeniero, a un escultor, a un geógrafo, a un pintor, a un astrónomo, a un matemático, a un contador, a un general y a un sacerdote, y les encargó la tarea: para cuando llegara el verano la ciudad tenía que estar construida refulgente, admirable y habitada.