Si estás continuamente castigando a tus hijos o hijas, se pierde el afecto, la confianza, la armonía, la paz… y la relación empeora. Cuando ante un error, se ofrece ayuda, la relación mejora. Al castigar a tus hijos o hijas, su autoestima disminuye porque piensan que lo hacen mal y aprenden a engañar para esquivar el castigo, no aprenden, no se hacen responsables. Verifícalo.