Una calle con una vida activa genera relaciones de buena vecindad, una forma crucial de «riqueza social», y a la vez también es un buen negocio, en el sentido más literal. Unas calles activas, que permitan caminar cómodamente, generan por sí mismas su propio orden público y la circulación peatonal alimenta el comercio de proximidad. Los desplazamientos a pie son un factor tan significativo para la economía urbana como también lo son para la seguridad y la calidad de vida de una ciudad.