El apasionamiento es palpable, los ciclistas como colectivo suscitan una indignación y frustración más intensas que cualquier otro de los usuarios de la calle. Sin embargo, esa indignación y frustración yerran el blanco. Aunque los ciclistas puedan molestarnos, irritarnos o incluso aterrarnos y aunque su presencia en mayor número pueda causar más «casi colisiones», ellos protegen a los peatones de la amenaza muchísimo mayor que representan los conductores. Cada día, noventa ciudadanos estadounidenses acaban en la morgue como resultado de una colisión con un coche, no con una bicicleta.