Me apasionan los forjados, la elaboración de las señales de tráfico, la tecnología de los semáforos y parquímetros. Me fascina la ingeniería de los muros de contención y los anclajes, y me emociona escalar siguiendo los cables de suspensión hasta lo alto del puente de Brooklyn y otros viaductos. Adoro el olor del asfalto, su tufo penetrante, su fulgor al calentarlo y su textura untuosa cuando las palas lo dejan caer y lo extienden las pavimentadoras. Sobre todo, me encanta observar cómo una cuadrilla transforma en pocas horas el paisaje lunar de una calle en un tapiz impecable, negro como la tinta del calamar. En este aspecto, los tabloides tenían razón. Estoy chiflada, pero mi predilección por las infraestructuras pesadas me fue útil como comisionada.