reacción cultural y política que ha acompañado la expansión del uso de la bicicleta y la creación de nuevas infraestructuras dedicadas a ellas en las calles de las ciudades no es algo exclusivo de Nueva York, Washington o Toronto. Nueva Orleans, Pittsburgh, Chicago, Sídney, Brisbane, Adelaida, Londres e incluso ciudades supuestamente progresistas como Vancouver, Seattle y San Francisco son solo unas cuantas de las muchas que han topado con una oposición envenenada contra los ciclistas y los carriles propuesto