¿Puede usted, querido lector, pensar en las palabras adecuadas para retratar un país como el nuestro? Algunos pensarán que esta titánica labor es imposible de realizar, y no es para menos. Colombia es el único país que tiene un hombre caimán que orondo deja su pueblo y arranca para Barranquilla; aquí cualquier enfermedad se queda corta, pues la corrupción compite celosamente con las demás calamidades; al estilo de una telenovela, tuvimos un presidente dispuesto a fusilar a su propio sobrino. En fin, son tantos los sucesos que arropan la historia de nuestra patria, que es imposible no sentir una marea de sentimientos en torno a lo que significa ser colombiano y vivir en estas tierras tan poderosas, llenas de playas y ríos, montañas y llanuras, sabores exóticos y personajes inigualables.
Sin embargo, y porque seguramente la pregunta del comienzo ya quedó retumbando en la cabeza de quien sostiene este libro, hay una persona que puede, a través de las palabras -su mayor afición— esbozar lo que significa Colombia. Y ese personaje no podría ser otro que Juan Gossain, aquel cronista de San Bernardo del Viento, cuyo primer voto de fidelidad como periodista fue con la verdad, y quien se resiste a dejar la cantaleta mientras sean nuestros males los que nos gobiernen.
Disfrute entonces, querido lector, de las historias que contiene este libro, deje volar su imaginación a través de las palabras que aquí se encuentran, ría cuando la historia se lo permita y siéntase en total libertad de enojarse cuando algún hecho lo indigne; al fin y al cabo, este es el país del realismo mágico, aquel en donde la realidad supera, en muchas ocasiones, la ficción.