Cuando por fin llegó hasta él, su mano buscó inmediatamente su brazo y aunque sólo había pensado en tomarlo y soltarlo, se quedó prendida de él, con lo cual sólo pareció que estaba acariciándolo. ¡Y en verdad lo estaba haciendo! Él sintió su mano tibia y volteó hacia ella. En ese momento ambos sabían que tenían que decir algo, pero se quedaron ahí parados, deleitándose el uno en el otro. Decirse un simple “hola” estaba fuera de la cuestión, así que ambos se acercaron y se besaron en las mejillas.