Magdelaine Bavent, religiosa en el monasterio de Louviers en Normandía, se vio envuelta en un proceso inquisitorial en el siglo xvii por la suposición de que había sido poseída por el demonio. Esos procesos contra brujería, apostasía y demonolatría —como afirma Alberto Ortiz— constituyen un síntoma de la complejidad que durante el Gran Siglo francés determinó la relación entre los hombres y el mundo preternatural dentro del esquema social del pensamiento mágico. La culpabilidad de la acusada fue un producto del sistema inquisidor contra las creencias supersticiosas, más atribuible a los sujetos que abusaron de ella que a su carácter o iniciativa.