También había una Monja, una Priora que sonreía de modo natural y sosegado; su mayor juramento era: «¡Por San Eligio![12]». Se llamaba señora Eglantine. Cantaba bonitamente las horas litúrgicas, pero entonadas con voz nasal[13]. Hablaba un francés bueno y elegante, según la escuela de Strafford at Bow, porque desconocía el francés de París