Irlanda, años 50. Lejos de la capital, Dublín, y en medio de un verde paisaje, bellísimo pero exigente, la joven y aplicada Caithleen ha crecido llena de encanto gracias a la sabiduría y humildad de su madre; una madre obligada, por las duras condiciones del campo, a ser fuerte en cada momento, a sobreponerse a toda desgracia. Pero algo va a suceder que transformará la vida de Caithleen. Y en esa nueva vida, la de la única hija de una familia venida a menos, estará acompañada por su amiga de la infancia Baba, por la sofisticada madre de ésta, por el peculiar Hickey… y por una docena de personajes soberbiamente retratados que hoy día nos siguen pareciendo muy vivos; y entrañables, como en toda vida que merezca la pena rememorar. Caithleen recuerda para nosotros su pasado: unas veces lleno de risas; otras, superando las lágrimas. Recuerda los ritos de paso que la llevaron hasta la madurez: los días de internado, el descubrimiento del amor, la necesidad de aventuras e independencia y, al fin, la gran ciudad, con sus brillantes promesas de futuro. Estamos, sin duda, ante una extraordinaria novela, iluminada tanto por el humor como por una dulce melancolía; un relato repleto, además, de esa poderosa fuerza que tan sólo concede la juventud. Únicamente El hombre tranquilo, de John Ford, ofrece paisajes y momentos como esta obra cumbre de la literatura irlandesa del siglo XX.