Archivo agonía

Resulta irónico, sin duda, que la vida nos enseñe a morir bien y, en medida de lo posible, nos conduzca también a aprender a seguir viviendo tras los efectos de la muerte. Así es la vida.

Saber que va a ocurrir la muerte, anticiparla. ¿Qué clase de espera es esa? ¿Y los espectadores? Todos atrapados en ese instante interminable, esa mano rígida empuñando la pistola y esa mueca en el rostro que espera la bala.

«Deberían enseñarnos a morir mejor»

habríamos de volcarnos a aprender todo lo posible sobre el devenir de la muerte, para acompañar mejor a quienes amamos en su proceso de tránsito.

Ver morir a otros te vuelve humilde.

Fue tras el fallecimiento de mi madre, cuando yo tenía veinte años, que me inicié en el aprendizaje sobre la muerte y lo que se pierde con ella y lo que se halla a través de ella.

Y esa decisión de detenerse en el camino por café me hace pensar que, en realidad, en el fondo, la hija temía estar ahí con la madre cuando llegara su momento de morir.

sencillez avasalladora, que es el sentarse al lado de quien muere,

¿Cuántas vidas vive un hombre en el transcurso de morir?

Lo querré saber de mí, también. ¿En qué me convertiré yo al morir?