La Única. María Casares

La joven María Casares es una mezcla de vulnerabilidad y sensualidad animal. Inquieta, recelosa, trata de dominar todo lo que se cruza en su camino, situaciones, dificultades, registros de lengua, textos, papeles, hombres, mujeres, olas, como se lanza contra el oleaje en Camaret, como desafía la rompiente, la corriente, nadando hasta el agotamiento, muchas veces a punto de ahogarse. Prefiere enfrentarse a esquivar, pues hace mucho aprendió que la mejor defensa es el ataque.

Los fantasmas pueblan Galicia y los cuentos de su infancia, forman parte de la vida igual que los sueños, los recuerdos, las penas, la muerte. María acepta totalmente la presencia de esos cuerpos impalpables, como acepta la vida con todo lo que contiene, separaciones, gloria y duelo, sol y sombra

Dentro de unos días una ola de frío glacial, corta pero intensa, se abatirá sobre el país, con heladas generalizadas, nieve, temperaturas espectacularmente negativas, menos doce grados en la región parisina, y María ya no llevará el impermeable. Pero de momento se ha prometido llevarlo hasta que vuelva Camus, esa noche, o mañana, no lo sabe a ciencia cierta. Tiene que llamarle. Quizá por eso camina deprisa. Quizá no

ahora sabe que en esta ciudad hay incluso una calle del Paradis (Paraíso) y otra de la Fidélité (Fidelidad)