¿Quién, al cruzar un hermoso jardin, no recuerda sus amores? ¿Quién no cree oir el crugido de flotante falda en cada susurro del viento? ¿Quién, al aspirar el aroma de las flores, no anhela absorber el perfume de esa viviente flor de deleites que se llama la boca de una mujer? ¿Quién no sueña en perderse por largas y sombrías alamedas, de esas que terminan en elegante escalinata, que á su vez termina ó conduce á marmóreo palacio; extraviarse dando el brazo á una bella, contándose mútuamente esas íntimas historias del corazon, tan pequeñas é insulsas para los indiferentes, tan grandes para los que aman; historias condensadas en un beso ó finalizadas en un tiernísimo abrazo?