Se alza la bruma. Y lo vemos. El horizonte, de pronto, desaparece. Un destello aguamarino que conduce al precipicio. Limpio y misericordioso, justo como él lo quería. Justo como en un cuento de hadas. Aquel donde el libro se cierra y se convierte en risa sobre nuestro regazo. Despliego la vela y llevo el barco viento en popa. Él lanza mi nombre al viento. Miro las sílabas desmoronarse en guijarros sobre la cubierta.