Escribió lo suficiente y publicó otro tanto. Pero tan personal acumulación se disipó como la fortuna que un jugador compulsivo de póker pierde en una noche. Entonces se retiró a su casa en Getafe y años después murió ahí en solitario. Fue, según el dicho de Pío Baroja, «el ingenio más frenético y más desarreglado de nuestra época» y «el más anarquista de todos los escritores españoles contemporáneos».