Tales fenómenos recientes no dejan de constituir una muestra de cómo ha revaluado la Iglesia de hoy a los cristeros, después de haberlos ignorado, como resultado de los famosos Acuerdos que, bajita la mano, tuvieron con el gobierno un puñado de obispos, sin tomar en cuenta para nada a los combatientes. Lo mismo que le sucedió a Hidalgo, a fin de cuentas: la jerarquía eclesiástica ahora ha puesto a los cristeros en un lugar preeminente de su panteón.