—¿Pero qué…? —jadeo, confundida. Luego veo el sudoroso pecho masculino y subo la mirada hasta sus brillantes ojos azules. Mis sentidos se tambalean sin control. Está tan cerca de mí que su olor me atraviesa como una inyección de adrenalina.
—Tu nombre —dice, jadeando, con los ojos desorbitados fijos en mí.
—Eh… Brooke.
—Brooke, ¿qué más? —pregunta