«Cuando aterricé en España hace ya más de doce años supe que si quería sobrevivir, tenía que escribir. Sólo así podría comprender y tener fuerza para conducir el cayuco de mi propia prosa. Los textos que forman parte de Crónicas barbitúricas son abocetamientos de una abolición: la del país que dejé atrás y de ese otro al que me incorporé, España. Este libro es la farmacopea de mí misma. Es la receta médica del que escribe para empujar la pastilla del desencanto. Es mi arsénico y mi insatisfacción. Son el poso al que han ido a parar mi asombro y mi ira.»