El mercado del Yoga
En la actualidad hay un par de centenares de millones de personas que practican o simpatizan con el Yoga en todo el mundo y, sin duda, somos muchos los que consumimos camisetas, pantalones, esterillas y cintas, además de libros, revistas, viajes, alimentos sanos y productos para la higiene personal. No hay nada de malo en ello. Sin embargo, la delicada línea entre la transmisión sincera de una ciencia del conocimiento y el escaparate mercantilista del Yoga tiende a diluirse.
La publicidad de muchos centros de Yoga no se ha quedado atrás. Prometemos en nuestros folletos promocionales relax, bienestar, realización personal y felicidad. Las imágenes de nuestros carteles muestran personas jóvenes y sanas en paraísos naturales, o bien yoguis haciendo posturas acrobáticas sin perder la sonrisa. Hay gurus que han patentado su serie de Yoga y existen numerosos pleitos en la justicia por la utilización de una marca o de una técnica. Podríamos decir que es el mundo real donde confluyen (y chocan) los intereses de cada uno. Pero ya no tengo tan claro si es el Yoga el que ha venido para transformar la sociedad, o es la lógica neoliberal imperante la que está cambiando al Yoga. Seguramente no hay mala intención en la publicidad del Yoga pero, a todas luces, prometemos cosas increíbles que seguramente son restos de mitos que rodean al Yoga y no resultados reales que podamos constatar en nosotros mismos, ya sea como profesores o como alumnos.