Escribí una novela porque tuve ganas. Creo que es una razón suficiente… Empecé a escribir en marzo de 1978, impulsado por una idea seminal: tenía ganas de envenenar a un monje. Umberto Eco nos habla de cómo ideó y escribió El nombre de la rosa, de malas novelas de intriga, de lectores ideales, de los diálogos medievales y la metafísica de la novela policíaca. Sin duda, tras la lectura de estas Apostillas, el lector retomará El nombre de la rosa y, con renovada perspicacia y más sensible olfato, se encaminará de nuevo hacía el laberinto.