Un conjuro de tierra, viento y bosque, un embrujo que es más una fuerza de la naturaleza, como un ciclón, un terremoto, un incendio forestal. Así de imparable es la locura que arrasa con Cocuán, la maldición que inaugura la novela -enunciada por Mildred-, misma que condena a todos los habitantes de este pueblo olvidado.
"Somos un pueblo viejo y desaparecido. Tienen que darse cuenta. Nada en Cocuán es lo que parece. Estamos hechos de polvo y mal, como las pesadillas. Nuestro cementerio es un pantano sembrado de cruces podridas que van desapareciendo cada vez que sube el río. Ni siquiera nuestros muertos quieren quedarse con nosotros."
Trajiste contigo el viento es una narrativa altamente poética, que fluye como un río desbordado, en el cual la trama y hasta los personajes vienen en segundo lugar... el primero es Cocuán, su atmósfera, la misma voz que posee a las personas, animales y vegetales y que azuza la locura que permea este libro.
Esta fue una lectura que arrasa, que no te espera.
"Con la boca desdentada mamita nuestra decía: «Diosh esh jushto y me ha de matar antesh». Le dábamos vergüenza. Y es que había parido tres mujeres, que era como decir que parió tres palomas, tres estrellas de mar, yo qué sé, tres animales que no sirven para nada."
Su prosa está cargada de simbolismo, de poesía. Sin embargo, aunque esta es la mayor distinción y ventaja del libro, también su mayor detrimento.
En ocasiones, la prosa es tan espesa, la voz tan semejante (sin importar que los personajes sean tan diferentes), que comienza a ser repetitivo.
En un punto, la narrativa tna ornamentada pierde su resonancia y comencé a leer por encimita.
Aun así, la atmósfera es lo que más resalto:
"Entré ahí con el zorro en la mano. Enseguida sentí el olor, era diferente al de todo Cocuán, que olía a agua sucia. Donde estaba la casa de la vieja Mildred olía a hierba fresca y lluvia. Jamás había entrado. Ahí sólo iban los cerdos a frotarse enteros en las madreselvas y los ojos de poeta que crecían raudos y cubrían los viejos muros, como ruinas de otro mundo. "
La autora moldea mundos con facilidad, está dotada con gran sensibilidad poética (incluso al describir la violencia y lo grotesco), y maneja el ritmo narrativo con maestría.
Sin embargo, la apuesta del lenguaje no logra sacarle ventaja a un argumento flojo, una maldición vaga y una gran parrilla de personajes que apenas se diferencian unos de otros, porque hablan casi igual.
Es tan críptico que casi da vértigo.