Álbum familiar

Los pedazos con los que reconstruimos nuestra memoria marcan la diferencia entre las versiones que contamos.

El hombre queriendo tocar ese más allá. El brazo, tan lejos, tan cerca. Tan posible soñar. Imaginar, por ejemplo, que algo tan pequeño como una gota de agua encierra todo el paisaje. Que es eso y todo lo demás. Porque el mundo cabe en una palma y las ganas de emanciparse forman parte de su columna vertebral.

¿Qué sonidos escuchaban esas paredes? La risa descontrolada de un ataque de cosquillas, los acordes de una guitarra o el quejido metálico de los cubiertos trozando la carne. Jugábamos a descubrir. Cada casa era un misterio, una historia por develar y nos reuníamos en la sala o en el comedor y pretendíamos ser otros. Esos que se fueron. Que no estaban.

Al hombre de cuello Mao le gustaba tener el control y ese control, descubrimos, tenía que ver con la geografía.

Una geografía que se apegó al lenguaje, también, pues ciertas palabras desaparecieron de nuestro vocabulario. Compañero, por ser subversiva; consigna, peligrosa; libertad, revolucionaria; comunista, alerta máxima.

Uno crece tal como envejece: todos los días en movimientos imperceptibles. Sintiéndote más o menos igual hasta que, de repente, todo es distinto. Es una cuestión de volúmenes y distancias.

Incubando a quienes llegaríamos a ser, debíamos atravesar esta etapa difícil. Fue una semilla, un pequeño almácigo que sembró el recelo entre nosotros y terminó con nuestra infancia.

Cualquier poder, cualquier gobierno con vocación de serlo, lleva impreso el germen de una revolución. Como si los seres humanos tuviesen una cuota de sumisión que se agota. Luego, la rebelión. Las alas que se expanden. El hombre queriendo tocar ese más allá. El brazo, tan lejos, tan cerca. Tan posible soñar. Imaginar, por ejemplo, que algo tan pequeño como una gota de agua encierra todo el paisaje. Que es eso y todo lo demás. Porque el mundo cabe en una palma y las ganas de emanciparse forman parte de su columna vertebral.

Siempre sentí que con esas fotografías mi padre nos donaba una parte de la historia que nosotros no logramos retener, porque estábamos ocupados tratando de pasar inadvertidos. Con su ojo puesto en el lente, un paso más atrás de nosotros, él nos demostraba que estuvimos ahí, que ocupamos ese espacio que nunca sentimos tan propio

Los pedazos con los que reconstruimos nuestra memoria marcan la diferencia entre las versiones que contamos. Y mi madre, al torcerle la mano a su memoria, decidió tener una segunda oportunidad. La oportunidad de darle la espalda a la nostalgia.