Algunos de ellos afirmaban que podían notar la diferencia; el aire era más puro y la sangre fluía con mayor velocidad por sus venas. Se sentían más llenos de vida, más reales.
Y yo también.
Había soñado con escapar de mi vulgar vida, pero mi vida no fue nunca vulgar. Simplemente no había advertido lo extraordinaria que era. Asimismo, jamás imaginé que pudiera echar de menos mi hogar. Sin embargo, mientras avanzábamos, transportando nuestros botes al romper el alba, asomados al abismo del Antes y el Después, pensé en todo lo que estaba a punto de dejar atrás —mis padres, mi ciudad, el que fuera en una ocasión mi mejor y único amigo— y comprendí que abandonarlo todo no sería como había imaginado, no sería como quitarme un peso de encima. Su recuerdo era algo tangible, algo que llevaría siempre conmigo.