“¡En adelante viviré en mi apellido!”, exclamó un día el pintor argentino Julio Silva. Acababa de nacer un nuevo mundo: Silvalandia. Julio Cortázar sólo tuvo que leer los cuadros y traducir en lengua vernácula las declaraciones siempre sibilinas de una Esfinge… Ahora les corresponde a ustedes lectores, descubrir esta civilización ejemplar en la cual los elefantes son ciudadanos por completo y donde los dueños de casa nunca se permiten confinar al pez en la pecera cuando salen. Un único consejo: si quieren saborear plenamente las ricas horas de Silvalandia recuerden que en el comienzo del Verbo estaba la imagen, y que en ese paraíso la única caída original que acecha a ustedes es la caída en la infancia, de una buena vez por todas. K. Berriot