En la enseñanza Dzogchén se dice que uno no debe forzarse, sino, por el contrario, darse mucho espacio. Ello no se corresponde con lo que afirma el Hinayana: que uno no debe dejarse dominar por la pereza; que debe luchar contra ella y sobreponérsele, pues de otro modo no logrará nada. En efecto, en la enseñanza Dzogchén, si a uno lo sobrecoge la pereza, debe «darse espacio» o, en otras palabras, descubrir la causa de la pereza. Si el agua está agitada no se puede ver lo que está sumergido, que puede ser un zapato, o peces, o ranas, etcétera. «Darse espacio» no significa volverse indiferente y holgazán, sino relajarse de modo que la causa –en este caso de la pereza– se haga evidente: debemos guiar este «darse espacio» con la presencia de la transitoriedad y del valor de la vida humana. Nuestra preciosa condición existe en el tiempo y, si no hacemos nada, la habremos desperdiciado. Pero si aplicamos la presencia, seremos capaces de identificar las causas de nuestro sufrimiento.