A veces las luces de los motoristas de medianoche garabatean brillantes jeroglíficos por los cristales, sobre todo en las noches sin luna, cuando me encuentro sola en medio de un paisaje de extraordinaria oscuridad y me asusto un poco cuando veo los faros y oigo los motores chirriantes, porque se me antojan engendros de la luz negada y salidos directamente del mar, algo tan misterioso como la noche, incluso, y también su perfecta imagen, puesto que el mar es una inversión de lo conocido y ocupa la mitad, o más, del mundo, al igual que la noche; mientras que también en las regiones de la noche viven gentes distintas