Luego hemos hecho una descripción fenomenológica de la conciencia valorativa de mí mismo y de mi conciencia del otro en el acontecimiento del ser (el acontecimiento del ser es un concepto fenomenológico, porque el ser se le presenta a una conciencia viva como un acontecimiento, el ser actúa sólo en el marco del acontecer, sólo dentro de éste se orienta y vive) y nos hemos percatado de que únicamente el otro como tal puede ser el centro valorativo de la visión artística y, por consiguiente, el héroe de una obra; sólo el otro puede ser formado y concluido esencialmente, puesto que todos los momentos de la conclusión valorativa —espacial, temporal y semántica— transgreden valorativamente la autoconciencia activa, no forman parte de la actitud valorativa hacia uno mismo: yo, permaneciendo yo mismo para mí, no puedo ser activo en el espacio y el tiempo estéticamente significativos y condensados; yo no llego a ser, ni cobro forma, ni me determino dentro de ese espacio y tiempo; en el mundo de mi autoconciencia valorativa no existe el valor estético de mi cuerpo y mi alma en su unidad orgánica dentro de un hombre íntegro,