mi apariencia —mi ser para otros— tiende a vincularse con mi autoconciencia y tiene lugar el regreso a mí mismo para un uso interesado, para mí, de mi ser para otro. Entonces mi reflejo en el otro, aquello que yo represento para el otro, se vuelve mi doble que irrumpe en mi autoconciencia, enturbia su pureza y me declina de una actitud directa valorativa hacia mi persona. El miedo del doble. El hombre, que acostumbra soñar concretamente con respecto a su persona tratando de imaginarse su imagen externa, que aprecia de una manera enfermiza la impresión externa que deja, pero que no está seguro de esta impresión,