Construido como un relato de historia bilateral compleja, este libro incide en la idea del «juego de espejos», pero en la medida que tal juego de espejos es el de una visión asimétrica, donde la visión del gigante brasileño es lejana y pragmática respecto de los «compromisos» que el Estado chileno cree haber comprometido.
Chile parece un actor que siempre quiere interpretar sus compromisos como un condicionante de la actividad internacional de Brasil y ello solo tiene un valor muy relativo y acaso coyuntural en momentos en que por necesidad ideológica o geopolítica lo requirió. Quizás tal idea contradiga algunos tópicos corrientemente ensayados para describir las relaciones exteriores chilenas o la propia percepción del rol del país en el siglo XX, pero establece un eje realista de la comprensión.