El teatro siempre tuvo relación con el culto a los muertos y con la figura del revenant: el regresado o la regresada, renacidos en escena. Primera sangre invoca a una niña secuestrada y asesinada en los noventa, cuyo caso fue sobreseído sin que se hallara al culpable. Ausente y presente, Laura interpela a las vecinas de su edad, al comisario encargado del caso y a une educadore: ¿Educamos en el miedo?, ¿el miedo evita el peligro o evita la vida? ¿Es la cultura de la violación una sociedad secreta a la luz del día, como dice la antropóloga Rita Laura Segato? A medio camino entre el memorial, el thriller y el cuento de fantasmas, esta autoficción obliga a la reflexión en torno a los abusos sobre la infancia que se escriben en el cuerpo de las mujeres. Con lirismo y rotundidad, Primera sangre nos invita a recuperar la memoria de las que ya no están para multiplicar nuestra existencia.