Fiebre de carnaval

porque el culo es casi una exigencia entre la gente, según entiendo te puede faltar de todo, pero no culo.

Las ballenas seguían saltando y mugiendo como vacas de agua, quería llorar de alegría, pero lo que yo realmente necesitaba era tener ese cuerpo, esa capacidad de elevarme y estrellarme contra el agua salada: eso era.

La belleza de su cuerpo enorme me hizo pensar otra vez en saltar al mar. En hacerme animalito acuático y calmar el nuevo latido instalado en mi adentro.

El llanto de los papis y de las mamis es un canto que se te queda en el pecho y te ancla como una lancha al muelle de una isla sin mapa, un sonido que revienta los huesos y anida a tus papis y mamis entre los cachitos rotos para siempre.

¿Por qué teníamos que llorarle un rezo a Jesús y no a la mama Doma, que es nuestra? Ella sí es realmente la vagina de donde salimos todas

La mama Doma, que ha salvado gente con yerbas, que ha ayudado a parir a mujeres sin plata para ir a las clínicas donde paren las blancas o las negras ricas.

Yo sé de sobra que ser demasiado hermosa no es bueno, ya están en mi cabeza las cosas feas que le pasaron a mi ñaña Rita, solo por tener pegada en su cara la marca de ser la bella.

No quiero que mi cuerpo se curve, prefiero pensar en la urgencia que me late de convertirme en mi árbol de guayaba o en el árbol de guabas de Remberto, crecer tranquila, hacia la profundidad del sol sin que me jodan la existencia.

Antes del carnaval y de haberme perdido en la loma, me prometí que también empezaría a tener mis propios secretos.

Tal vez el carnaval es un animal que se encarama dentro de la cabeza y no te deja dar razón.