Sócrates camina por el escenario, sale de un lado y va a sentarse en una piedra. Discurre despacio, vagamente. Puede mirar para acá y para allá, porque Sócrates es curioso y muy perceptivo, o puede avanzar reconcentrado y meditabundo, porque es el pensador que todos conocemos. Ésa es la situación.
¿Por qué sería equivocado que Sócrates saliera a escena, caminara aprisa y decidido hacia la piedra y se sentara en ella con energía? Porque entonces no tendríamos a Sócrates sino a un business executive, un hombre atareado en las cosas de este mundo, una persona común y corriente que sabe adónde va, no un Sócrates crítico, perplejo ante la complejidad de la vida, que sólo sabe que no sabe nada