El triste destino de Emilie la conmovía cada vez más. Era algo injusto, pero, por desgracia, bastante común. A la misma Annika, si hubiera vivido en el siglo XVIII, le habría pasado lo mismo. Podría haber caído en la situación de Emilie. Estaba convencida de ello, ya que advertía en sí misma esa predisposición a ofrecer su vida si alguien la necesitaba. ¡Probablemente, alentaban todavía en su interior los fantasmas de las viejas generaciones de mujeres! ¡A pesar de todo, a pesar de que los tiempos habían cambiado!