El hombre misterioso de Carretera perdida ejemplifica la función de la conciencia moral. Fred le ha dejado entrar en su hogar. El superyó no irrumpe a la fuerza en nuestro interior, sino que somos nosotros los que en el fondo lo deseamos, lo necesitamos. No podemos vivir sin la ley. Puesto que en el triángulo edípico se atenta contra el padre (o contra la ley) también ya se establece aquí una necesidad antropológica esencial: no soportamos vivir fuera de la ley, y si esta ha sido asesinada en la relación edípica, entonces habrá que resucitarla, pero no ya como una ley exterior sino dentro de mí. Es necesario interiorizarla y, de hecho, es lo que siempre hacemos, aunque no seamos conscientes de ello, aunque, como le ocurre a Fred Madison, no nos acordemos.