Marlow es el único en solidarizarse con el despojo humano que a duras penas puede subir al barco, más por el desprecio a la pandilla de rapaces depredadores que envidiaban la fortuna amasada por Kurtz, pero que jamás hubieran soñado vivir las aventuras de un espíritu atormentado, que jamás conocerían el horror, la embriaguez, la comunión con las fuerzas primarias que él había conocido, paladeado y sufrido.