INESPERADAMENTE, Joan Rambert viene al Caribe a resolver un caso desconcertante. Un patriarca árabe lo ha contratado para que le siga la pista a un tahúr italiano involucrado de manera sucia con su familia, lo que incluye una muerte, pero en la contratación hay mucha letra menuda y pequeña que el exinspector no ha leído. Si algo le sucede a nuestro personaje, el mar de Colón es un laberinto que hará imposible encontrar la mínima pista sobre él. Rambert presume esto último y ha cobrado duro, una parte por adelantado. Son los días calurosos de diciembre de 1965, en el trópico. Y hay proliferación de tiburones rabiosos, dicen las noticias. ¿Un eufemismo?