La Casa Torcida

Siempre produce impresión el encontrarse de nuevo con una persona a quien no se ha visto desde hace mucho tiempo, pero que ha estado muy presente en nuestra imaginación.

Volví a Inglaterra un día suave del mes de septiembre. Las hojas de los árboles parecían de oro a la luz del atardecer. El viento soplaba en ráfagas juguetonas.

—En una casita torcida[1]…

Debí mostrar mi asombro porque ella pareció divertida y explicó, completando la cita:

—«Y todos vivían juntitos en una casa torcida». Así somos nosotros. No es que la casa sea pequeña precisamente.

Creo que la gente mata con mayor frecuencia a los que quiere que a los que odia. Posiblemente porque sólo aquellos a quienes uno quiere de verdad pueden hacer intolerable nuestra vida.

Algunas veces saben cosas que no saben que saben.

mide un metro cuarenta y cinco centímetros

Era demasiado anémica, demasiado apática. Era romance lo que ella deseaba ardientemente

Tras los modales despectivos y malhumorados de Eustaquio, existía, según pude apreciar, una mente curiosa e inteligente.

Yo también deseaba encontrar, no la solución verdadera, sino la que más me satisfacía.

Su estudiada frialdad y reserva podían ocultar una pasión intensa.