En un pequeño pueblo costero aparece un hombre asesinado, despedazado y horriblemente mutilado. El lugar donde ha aparecido, una piedra enorme donde antiguamente solían despedazar las ballenas que cazaban los balleneros, hace pensar en un ritual. La subinspectora Martina de Santo es la encargada de llevar el caso, con todo en contra, pues se da cuenta que en ese pueblo últimamente se han producido demasiadas muertes, que la guardia civil del lugar dio por accidentes. (Una mujer ahogada, el farero despeñado…). Sin embargo tanto la guardia civil como el juez le dicen que lo olvide todo, que aquellos fueron accidentes y esta última muerte se debe a los narcotraficantes que operan en la costa.